jueves, 17 de septiembre de 2015

Las formas que imperan


Vivir en otro país lleva inevitablemente a encontrar otras respuestas disponibles a conflictos sociales semejantes. Vivir en diferentes culturas supuso en su momento vistir diferente. Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que son pocos los países del mundo en los que no nos encontraríamos una persona de jean y zapatillas con resortes. Esto me llevó  a interrogarme respecto al impero de una misma forma en diferentes lugares.

Las personas comenzamos a hablar repitiendo lo que escuchamos a nuestro alrededor. Llamamos a las cosas como nos enseñan que hay  que llamarlas, creemos en lo que nos dicen, contamos la historia como nos la cuentan. No hace falta hacer la carrera de psicología para saber esto, basta con tener tiempo para detenerse y ponerse a reflexionar al respecto o prestar atención al proceso a través del cual una persona llega al mundo y cómo se desarrolla en sus primeros años, en los que los seres humanos realizamos nuestros primeros aprendizajes.

La psicología tiene la particularidad de leer al mundo en clave médica, esto quiere decir, hacer diagnósticos de lo que ve. Pero antes de que la medicina se ocupara de la locura, antes de que los griegos impusieran sus formas a fuerza de su expansión imperial, los chinos, los orientales, leían en clave militar el desarrallo de la contradicción entre quiénes somos y quiénes quisiéramos ser.



Hay un modo de relacionarse con los procesos mentales como el de la psicología, que es en clave médica, clínica. Hay un modo de relacionarse con los procesos mentales que es militar, es decir, pensarlos en términos de dos fuerzas que confrontan por imponer una voluntad. Esta idea tampoco le fue ajena a Freud, que fue un gran lector literario y también se sirvió de la imagen de la batalla interna.

Lo cierto es que desde que el mundo es mundo, que se hace la guerra. Y quien hace la guerra sabe que el transcurso del combate depende del estado de ánimo y las armas de los ejércitos, armas que se vuelven más poderosas cuando los ejércitos están motivados, creen en aquello por lo que luchan y en las posibilidades de ganar. "El arte de la guerra", Sun Tzu lo terminó haciendo referencia al trabajo de inteligencia.

"CAPÍTULO XIII: Sobre la concordia y la discordia

Una Operación militar significa un gran esfuerzo para el pueblo, y la guerra puede durar muchos años para obtener una victoria de un día.

Así pues, fallar en conocer la situación de los adversarios por economizar en aprobar gastos para investigar y estudiar a la oposición es extremadamente inhumano, y no es típico de un buen jefe militar, de un consejero de gobierno, ni de un gobernante victorioso. Por lo tanto, lo que posibilita a un gobierno inteligente y a un mando militar sabio vencer a los demás y lograr triunfos extraordinarios con esa información esencial.

La información previa no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan la situación del adversario. 

(...) "

Durante todo el siglo XX el Departamento de Defensa de los Estados Unidos financió investigaciones en universidades de su país y el exterior para saber de los mecanismos a través de los cuales podía generar concordia o discordia entre la población, sea la suya o la de un país extranjero. Esto no es propio de ellos, la Unión Soviética no se quedó atrás en el estudio de la psicología.
El capitalismo encontró durante el siglo XX su máximo apogeo y en el sector financiero al capitán de la odisea. Tras la primera guerra que debastó Europa, los capitalistas estadounidenses se mostraron ofreciendo créditos para recomponerla. Con la segunda guerra mundial, directamente se hicieron del control de la economía mundial, transformándose en la medida de todas las cosas.

La puta comparación

La técnica de la propaganda fue ampliamente desarrollada durante la primera guerra mundial a través de la radio y la prensa. Estados Unidos necesitaba generar el apoyo de la población a la guerra, que como señaló Sun Tzu, "significa un gran esfuerzo para el pueblo". Sobretodo porque es el que pone los muertos.

Con la expansión del capitalismo financiero, el ilimitado acceso al consumo del pueblo estadounidense, víctimas también del mismo sistema perverso al que pertenecen, los técnicos que se desempeñaron en tareas de propaganda durante la guerra pasaron a trabajar en agencias de publicidad o crearlas, para aplicar las técnicas de condicionamiento humano para dirigir las compras de la población. Después la publicidad entró a la política.

La presencia de la publicidad en la política nos obliga a reconocer que es posible manipular las creencias de las personas, cambiar sus percepciones sobre las cosas. Nixon, De la Rua, Reutemann, Palito Ortega, Macri, Scioli, Miguel del Sel, nos obligan a reconocer que la población es manipulable, que es posible hacerle creer que un cómico podrá resolverle sus problemas. En Brasil el diputado con más votos es igual de vergonzoso que el Midachi, pero para peor, no se sacó el disfraz para hacer campaña.

Sin la televisión ninguno de esos candidatos hubiera llegado a donde llegó. En una sociedad en la que en la mayoría de las casas hay un televisor, desde el que se recomienda no salir a la calle por el peligro que conlleva, la pantalla pasa a ser la principal ventana al mundo, mundo que las personas creen que es como se los muestra.

Así, quien nada conoce de la historia de Palestina, de la historia de su pueblo, es esperable que asocie palestino a terrorista porque es la asociación que los medios repiten deliberadamente. En la guerra mediática por Israel, el pueblo israelí es necesario que aparezca como una víctima, para justificar cualquier acción sobre el supuesto victimario.

Pero la televisión también sirve para hacer comparaciones. Y quienes hacen publicidad lo saben. Indefectiblemente genera una tensión en el espectador la distancia entre la realidad que vive y la que la televisión muestra. Genera deseos de vivir la fantasía que nos venden. Genera malestar, genera violencia, adormecimiento, también puede generar alegría.

Así se explica, que en el año 2015 un joven pobre del Bronx y de Río de Janeiro estén vestidos igual. A diferencia de nuestros pibes pobres que no tienen descendencia africana, el fenómeno de identificación de un joven brasilero con un estadounidense se desarrolla con más facilidad: consiguen verse iguales. Si hasta ya dicen brother.

Un ejército de televisores vs un ejército de militantes

Sin lugar a dudas que es difícil pelear contra quien tiene un soldado en cada casa. El espacio al que nos obliga a llevar la batalla es al territorio mismo en el que cada una de esas casas está. Suma, sin duda alguna, dar la batalla en el campo mismos de los medios de comunicación, campo en el que nos superan en fuerza, ya que la totalidad de los medios de comunicación hegemónicos son propiedad de inversores financieros.

Y como esta es una batalla que debe darse en el campo de las ideas, batalla en la que buscamos modificar la forma en que la población concibe la realidad, la acción debe realizarse antes o después de que las personas entre en contacto con la televisión, para debilitar las bases sobre las que las ideas televisadas puedan asentarse.

Batalla difícil porque es una batalla que debe darse con el cuidado de las formas. Formas difíciles de conservar, muchas veces, porque se ven alteradas por el calor de los combatientes. Entonces no se trata simplemente de sumar predicadores, que continúen con la obediencia de propagar el relato. Aunque sabemos que el trabajo de predicación también es muy efectivo.

Frente a esta realidad, en la que unos se sirven de los medios de comunicación para difundir ideas y creencias, ideas y creencias que luego pueden materializarse en leyes, es decir, que harán al cuerpo del Estado, debemos desde la militancia pensar en estrategias de comunicación que adquieran formas que nos posibiliten hacer llegar aquello que queremos transmitir. Si ellos lo consiguen ¿Nosotros por qué no?

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